Ideas Accionables para Bogotá – Idea #3
Este artículo hace parte de una serie en la que propongo ideas concretas, accionables, de bajo costo y alto impacto, que considero pueden contribuir a mejorar algún aspecto o dimensión de la ciudad.
Idea #1: Más Crepes&Waffles y menos Rappis para Bogotá y nuestras ciudades
Idea # 2: Ciudadanía, Tecnología y Gobierno por el espacio público de Bogotá
Idea # 3 – Relanzar Campaña Dale Ritmo a Bogotá
Propuesta: Relanzar la Campaña Dale Ritmo a Bogotá para que nos enseñen a los bogotanos a no bloquear intersecciones con una estrategia de implementación mejor diseñada y ejecutada, apoyándose en conductores de Transmilenio, Sitp y empresas de taxis y de transporte escolar.
En Japón la comunicación en el tráfico se da de forma gestual, y se agradecen los gestos generosos que se reciben por parte de otros conductores a través de las luces de parqueo (Ver video). Esto sucede, por ejemplo, cuando alguien cede el paso o permite un cambio de carril.
Iniciando la segunda administración de Enrique Peñalosa en 2016, se puso en marcha una campaña de cultura ciudadana que abordaba el problema del bloqueo de las intersecciones en la ciudad, que es uno de los comportamientos en el tráfico bogotano que más dificulta y entorpece la movilidad.
Por un lado, interrumpe la fluidez vehicular, llegando en ocasiones a colapsar sectores completos de la ciudad. Y por el otro, es un enorme riesgo para los peatones que se ven obligados a cruzar las calles entre carros, buses y motos que no desaprovechan cualquier espacio para andar.
¿Cuántas de las muertes y lesiones de peatones por siniestros suceden en intersecciones? Este es sin duda un dato crucial para la estrategia, pero desafortunadamente no logré encontrarlo entre las estadísticas de la Secretaría de Movilidad.
La campaña consistía en que los conductores que se encontraran en una intersección con el semáforo en verde, en la que avanzar causaría un bloqueo, debían alertar a los vehículos detrás de ellos encendiendo las luces estacionarias.
Este sencillo gesto de comunicación entre conductores ayudaría a establecer un mecanismo de coordinación, evitando bloqueos, pitos y reacciones agresivas hacia quienes intentan no bloquear las intersecciones.
El exalcalde Mockus incluso acompañó el lanzamiento de la campaña junto al alcalde Peñalosa, y ayudó a explicar su funcionamiento.
(Ver video corto de lanzamiento)
Las luces estacionarias son un nuevo lenguaje de comunicación entre conductores.
“Comunicación a través de luces, en vez de comunicación a través de pito”, explicaba Mockus. “Parece rarísimo que no lo hubiéramos hecho antes”, decía durante el lanzamiento.
Pues estamos en 2023 y seguimos sin hacerlo, en un contexto de congestión mucho peor, agravado por las muchas obras en curso.
Siempre me pareció una gran idea por varias razones: resuelve un problema significativo en el tráfico, involucra a los ciudadanos de manera central en su funcionamiento, es relativamente fácil de enseñar y ejecutar, tiene un costo muy bajo y un alto impacto. Además, introduce un mecanismo de coordinación y colaboración que podría aplicarse en otras situaciones de tráfico en la ciudad.
Pero lo más importante es que se enfoca en fomentar un gesto sencillo pero poderoso: que ante acciones solidarias que nos benefician a todos los bogotanos expresen mutuamente su agradecimiento. Esto tiene el potencial de alterar positivamente la energía colectiva que permea la ciudad, ayudando a la construcción de confianza entre nosotros.
A pesar de estas ventajas evidentes, lamentablemente esta idea careció de una estrategia de implementación efectiva
Si bien hubo un lanzamiento mediático que generó cobertura en medios y emisión de cuñas radiales durante un tiempo, el esfuerzo pedagógico en las calles fue minúsculo, efímero y simplemente insuficiente para instalar el nuevo comportamiento.
En febrero de 2017, un artículo de Publímetro decía: “Con mucha expectativa se lanzó el año pasado la campaña de cultura ciudadana ‘Dale ritmo a Bogotá’, pero después de unos meses el objetivo de enseñarle a los capitalinos a respetar las intersecciones en cada cruce de semáforo se fue apagando como una fiesta cuando ponen una ranchera”.
La principal lección que nos deja el fracaso de esta campaña es, sin duda, la importancia de una buena ejecución de la idea. Porque una buena idea mal implementada tiene el fracaso asegurado, desperdicia recursos limitados, esfuerzos valiosos y su valor termina en la caneca.
“Nunca es la idea, siempre es su ejecución”, leía por estos días en un libro sobre innovación.
Un reto de ejecución: lo que se requiere para instalar un nuevo hábito en los ciudadanos
Instalar cualquier hábito nuevo necesita de mucha repetición y reiteración, y el aprendizaje basado en la experiencia es fundamental para lograrlo, mucho más que una campaña efímera en medios y redes sociales.
Nadie aprende a manejar un carro o una bicicleta leyendo un manual o a través de cuñas radiales, hay que aprender haciéndolo. Y como con todo lo nuevo al principio hay que reforzarlo mucho más para que se quede.
Por eso, creo que la clave detrás de este reto de implementación consiste en identificar y trabajar con esos actores que pueden ayudarnos a replicar y enseñar consistentemente el gesto de coordinación en el contexto real de la ciudad, es decir, en las calles y en las mismas intersecciones.
Necesitamos que sea algo que se repita miles de veces en la cotidianidad de la ciudad y durante el tiempo que sea necesario para convertir el nuevo comportamiento en hábito, para que quede instalado y eventualmente se realice de manera automática, como un reflejo, apenas se presente la posibilidad de bloquear la intersección.
Entonces, ¿cómo podemos hacer esto posible?, ¿quiénes son esos actores clave que nos pueden ayudar con una implementación sostenida y coordinada de la estrategia en las calles de Bogotá?
Los actores que creo que mejor nos podrían ayudar con el tipo de implementación que necesita la estrategia son:
- Conductores de Sitp y Transmilenio.
- Empresas de Taxis.
- Empresas de Transporte Escolar.
En esta ocasión, la ejecución de la campaña se apoyaría principalmente en los conductores de Transmilenio y de Sitp, así como en empresas de taxis, aprovechando que son dos de los actores que más presencia y participación tienen en las calles de la ciudad.
Otra razón crucial es que, al ser parte de empresas con estructuras organizacionales claras y definidas que cuentan con canales internos de comunicación, se hace posible dirigir mensajes y establecer los compromisos que requiere la campaña para poner a cientos de conductores a repetir el gesto en las calles y convertirlos en los embajadores de la estrategia.
Otros potenciales aliados, por las mismas razones, pueden ser los colegios y las empresas de transporte escolar, que se mueven principalmente durante las horas pico de la semana. Al involucrar el transporte de niños, la estrategia podría apelar al poder de los más jóvenes como transmisores de mensajes que impacten la conciencia de los adultos.
Además del gesto con las luces, está la posibilidad de utilizar estratégicamente los vehículos como vallas móviles que expliquen y refuercen el nuevo protocolo que queremos implementar. Y, por qué no, diseñar unas calcomanías para poner en la parte trasera de los carros, así se sumarían progresivamente más actores a la estrategia.
Finalmente, basándome en mis observaciones diarias, y como se evidencia en las fotografías, muchas veces son los conductores de Transmilenio y SITP quienes más contribuyen a bloquear las intersecciones.
Por lo tanto, con esta nueva estrategia de convertirlos en aliados centrales en la mejora de la movilidad, estaríamos ayudando también a rescatar la imagen del sistema y sus conductores.
Estoy seguro de que los bogotanos lo agradecerán.
Aquí puede ver el video largo del lanzamiento en 2016.
La cultura ciudadana necesita un enfoque sistémico
Los cambios de hábitos y de comportamiento en el ámbito de la ciudad necesitan acciones y estrategias muy bien pensadas y diseñadas, a partir de una comprensión profunda del problema y su contexto, y de entender lo que motiva el comportamiento de sus muchos y diversos actores. Entonces, la cultura ciudadana no puede seguir reducida a acciones pedagógicas amables y divertidas, definidas por la presencia de arte y expresiones culturales, o a llamados vacíos a la autorregulación, o a campañas informativas o publicitarias de corta duración y aisladas de otras acciones y procesos complementarios. Pareciera que nos quedamos con el recuerdo de la icónica foto de los mimos de Mockus, pero sin la profundidad de la historia de los procesos y las reflexiones que tuvieron que darse para lograr transformar los comportamientos de los bogotanos durante los años de ese gobierno a finales de los años noventa. Los cambios de comportamiento colectivo en diferentes ámbitos de la vida urbana (mal parqueados, colados en Transmilenio, basuras, coordinación en el tráfico, cuidado de parques, etc.) necesitan mucho trabajo y buen diseño de política pública. Son problemas complejos y sistémicos que dependen de muchos actores, fuerzas, dinámicas y relaciones que se retroalimentan y refuerzan mutuamente. Entonces, de nada sirven acciones aisladas y desconectadas de estrategias más comprehensivas para intentar corregirlos. Por eso, creo que es momento de pensar la cultura ciudadana de una manera diferente, desde un enfoque mucho más sistémico y comprehensivo, entendiendo la importancia del sentido de proceso para lograrla y la articulación en la solución de diferentes actores y dimensiones de un mismo problema. No basta decir que todo se resuelve con más cultura ciudadana y que la solución a todo es “más cultura ciudadana”. Esta no cae del cielo, ni aparece mágicamente al evocarla. Por el contrario, hay que crear las condiciones e intervenir el contexto para darle la posibilidad de aparecer. “El comportamiento del organismo es inseparable del comportamiento de su contexto” -Allan Watts. |