
Ya quisiera uno no tener siquiera la posibilidad de referirse a este siniestro sistema de transporte que desdichadamente sigue siendo protagonista en la vida diaria de los bogotanos. Pero qué hacemos; gobierna va, gobierno viene, todos prometen acabarlo y traernos la modernidad, pero sigue ahí. En pleno siglo XXI. Lo he dicho anteriormente, no hay nada en esta ciudad que agreda más a los ciudadanos y contamine la ciudad de más mala onda y violencia que estos buses. Todos sabemos que mientras estén en las vías serán una tragedia esperando suceder. La semana pasada la víctima fue Karen Dayana de 8 años; el conductor que la embistió, huyó dejándola tirada en plena calle. A éste le han dado casa por cárcel.
En noviembre del 2012 escribí sobre la muerte de 2 niños que una buseta se llevó por delante cuando esta no se detuvo en un semáforo en rojo (Guerra del Centavo ¿Cuántos niños más?) ¿Alguien daba por descartado que la tragedia volvería a repetirse?
No sé por qué razón este tipo de noticias no causan mayor indignación en nuestra sociedad, ni resuenan con mayor eco en los medios (NO fue noticia), ni producen acciones contundentes por parte de los gobiernos de la ciudad. Nada pasa, los hampones siguen al frente del volante, la policía y el gobierno impávidos, la noticia se desvanece, por supuesto que la tragedia vuelve y ocurre.
¿Qué hacer? Yo sí creo que tiene que caberle una responsabilidad concreta, directa y muy grande al gobierno de la ciudad y a las autoridades de policía que han permitido, en sus narices y las de todos nosotros, que estos tipos conduzcan de esta manera asesina sin que nada ni nadie se atreva a regularlos. Me niego a creer y a aceptar que así son las cosas y que nada se puede hacer. ¿Qué están esperando el señor alcalde, su Secretaría de Movilidad y las autoridades de policía para actuar? Múltenlos, sáquenlos de circulación, sancionen a sus empresas, busquen cambiar la ley, monten un esquema de control en las vías dedicado a estos hampones, hagan lo que tengan que hacer pero enfrenten la situación. Dirán que es demasiado costoso, que no se cuenta con la capacidad sancionatoria, que el SITP lo resolverá todo, excusas y más excusas.
Este es un problema sistémico que sobre todas las cosas requiere decisión y voluntad política por parte de quienes están al frente de la ciudad. Aquí, además de la responsabilidad que le cabe a los conductores, hay responsabilidades a otros niveles; políticos y administrativos.
¿No es este el alcalde de la Bogotá Humana, de la niñez y la educación y el valiente enfrenta mafias? El de poner fin a estas tragedias, aboliendo de una vez por todas esta Guerra del Centavo, sí que habría sido un cambio estructural en el camino de humanizar esta ciudad. Esta ha sido una responsabilidad gravemente omitida por este y todos los gobiernos que le han antecedido. Aquí hay una deuda histórica de la ciudad con su gente.
Vuelvo a preguntar ¿Alguien da por descartado que la tragedia volverá a repetirse?