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La ciudad como solución a los retos del COVID

La valorización de los parques en tiempos de COVID

¿Cómo habría sido esta crisis y estos confinamientos si no tuviéramos los parques de la ciudad?

Burbujas de jabón que hipnotizan a los niños

Los parques nos han cuidado a todos —a los niños, los viejos, los adultos, las personas en sillas de ruedas y hasta nuestros perros— del virus y también de la locura. Han ayudado a la señora de los helados y a los entrenadores de básquet, fútbol o tenis. Pobres niños y pobres papás si estos lugares no existieran.

Afortunadamente la ciudad invirtió en buenos parques en los últimos años y ya había construido algunos muy importantes hace algunas décadas. Los vecinos del Parque del Japón en el norte de la ciudad, que se opusieron a su adecuación, deben estar hoy tan felices como los vecinos del maravilloso Parque Gilma Jiménez en Kennedy. De verdad que han sido un verdadero tesoro en estos momentos.

Un buen parque trae seguridad porque atrae a la comunidad y, además, la une. También genera oportunidades económicas y de sustento. ¿Cuántas cosas maravillosas pasan en los parques? Unos leen, otros hacen picnics, encontramos malabaristas y equilibristas, corredores, niños aprendiendo a patinar o a montar en bicicleta, parejas enamorándose, clases grupales de yoga o tai chi, jóvenes haciendo Tik Toks, el señor que hipnotiza a los niños con bombas de jabón, vecinos haciendo visita, otros duermen su siesta… y así podría seguir y seguir.

Parque Gilma Jiménez – Foto: Evolutionline.com
Parque Gilma Jiménez – Foto: Evolutionline.com
Esta pareja salía todos los días cogida de la mano al parque. No los he vuelto a ver.
Ciclorruta Parque El Virrey
Parque El Nogal – Cr 11 y Cll 81

Con el virus aún rondando es probable que no haya espacios más seguros que los parques. Ya muy temprano en la pandemia parecía claro que el contagio era bastante menos probable en espacios abiertos y al aire libre que en espacios cerrados. Después de un año eso está recontraconfirmado. Les recomiendo leer este artículo del Washington Post: «Tras un año de pandemia, es incluso más claro que afuera es más seguro». Sin embargo, he notado algo paradójico que está pasando en Bogotá: afuera, en el espacio público donde el riesgo es muy bajo, el 99 por ciento de las personas tienen puesto el tapabocas. Pero apenas entran a un establecimiento cerrado —como a un restaurante, café o tienda, por ejemplo— la mayoría se lo quita y permanece sin él. ¡Peligrosa incoherencia!

No sé cuál ha sido el aumento del uso de los parques de Bogotá durante estos meses. Pero es evidente que su demanda ha crecido muchísimo; es algo que salta a la vista. Un estudio reciente de la Knight Foundation, en el que participó la firma de arquitectos Gehl, encontró que durante la pandemia en algunos parques de Estados Unidos su uso había aumentado hasta en un 300 por ciento. Estos espacios se han vuelto vitales en estos tiempos, cumpliendo roles y alcanzando fines que van mucho más allá de lo recreativo. Son una infraestructura social absolutamente esencial.

Y a pesar de los avances, seguramente hay muchas zonas de la ciudad en donde aún hacen falta.  ¿Y ahí qué? Yo creo que en estos tiempos habría que buscar alternativas ágiles, por ejemplo, las calles. Aquí le dimos ejemplo al mundo con nuestra ciclovía de cómo convertir las calles en el mejor parque abierto de la ciudad. ¿Por qué no extendemos ese concepto a las calles de nuestros barrios?

La crisis ha sido muy dura, pero también nos ha regalado imágenes inspiradoras de niños, familias y comunidades disfrutando de la ciudad, y nos ha demostrado lo mucho que esta tiene para ofrecer, más que en cualquier otro momento que recuerde. Hemos visto las calles y espacios de la ciudad —como los parques— cobrar un valor enorme que no les dábamos antes.

Con el regreso de las cuarentenas y del cierre inexplicable de la ciclovía, pues nos quedan los parques. Tenemos que terminar de navegar esta crisis con la firme convicción de que la ciudad y sus espacios públicos —parques, plazas, calles y ciclovías— hacen parte de las soluciones y no del problema.

Finalmente, siempre nos vendrán bien más parques, pero tienen que permanecer bien tenidos, bonitos y habitados. Esto implica necesariamente recursos y esquemas serios de mantenimiento y sostenibilidad que involucren a sus comunidades.

Alguien decía en un artículo de Project for Public Spaces (PPS) que «los buenos espacios públicos no se crean simplemente una vez (…) los espacios públicos se crean y se rehacen una y otra vez en las decisiones diarias de gestión que se toman en torno a su mantenimiento: la seguridad pública, los servicios sociales, la programación, el mobiliario y mucho más». Entre los grandes retos que tiene la ciudad está ese: aprender a gestionar su espacio público.

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Bogota

La ciudad como un álbum de chocolatinas Jet

Módulo en el Parque de la 93 con información sobre sus árboles.

Lo cierto es que es más fácil sentir conexión y compromiso por algo si lo conocemos. Y por eso mismo, de cuidarlo y protegerlo.

¿Cuáles son las especies de árboles que viven en el parque o en el barrio? La gran mayoría de nosotros no tiene la más mínima idea. Este módulo informativo le cuenta a los visitantes del Parque de la 93 sobre las diferentes especies de árboles que viven en él y es un ejemplo perfecto de cómo la ciudad, en su espacio público, puede entenderse y aprovecharse como el mejor lugar para aprender sobre asuntos que son importantes para todos y formar mejores ciudadanos.

¿Cuánto más nos interesaríamos en el cuidado y protección de nuestros árboles y medio ambiente si supiéramos más sobre ellos? ¿Cómo se llama ese árbol? ¿Qué especies de pájaros conviven con él? ¿Es nativo? ¿Cuál es su origen?

Es una idea que podría replicarse en todos los parques de Bogotá. El mismo parque se vuelve una herramienta para que los niños aprendan sobre la naturaleza que hay en la ciudad y se sensibilicen sobre la importancia de cuidarla y conservarla.

Otra razón para que los niños quieran ir al parque. Me imagino esta misma idea en formato de juego. Los niños descubriendo y aprendiendo sobre los árboles de su parque, como llenando el clásico álbum de las chocolatinas Jet. Un juego para niños, pero también para adultos. Un juego que también podrían aprovechar los colegios.

La ciudad como un laboratorio vivo de aprendizaje. Este mismo concepto podría aplicarse a muchos otros temas y problemáticas.

Una oportunidad de aprender jugando en la cotidianidad.

A veces siento que estamos tan obsesionados buscando soluciones complejas y sofisticadas, que dejamos de ver otras mucho más sencillas, accionables y potentes.  

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Bogota Ciudad y Ciudadanía Peores Prácticas Urbanas

Por una mejor ciudad, recogiendo un popó de perro a la vez

Este no es un tema ni glamuroso, agradable o estético. Pero sí que es necesario tratar.

La “dulce” ancianita y su mascota

Un par de semanas atrás venía caminando, regresando de almorzar y me encontré de frente con la escena de una “dulce” ancianita paseando a su perro y este que cagaba en pleno andén. Normal, eso hacen los perros. ¿Cierto? Pero al terminar el perro de hacer su vuelta, me percato que la mujer no recoge el popó y que tampoco parece asomársele la intención de hacerlo.

Paso a su lado y le digo: «señora, debe recoger eso». ¿Saben cómo responde? Se queda muda, pasmada, estática como una estatua, haciéndose la boba, la que no escuchó. Sí. Es una abuelita. Pero en ese momento, pienso, una vil  abuelita. Una aviona, igualita al del bus que se le cierra a todo el mundo. Paso de largo caminando, mirando de reojo hacia atrás. Confirmada mi sospecha. Ahí dejó el bollo para que alguien lo pise u otra persona se lo recoja.

«Señora por Diooooooos» Apuesto a que esta es una de esas señoras, divinamente bien, que viven preguntándose en qué momento se estropeó todo, quejándose de la juventud de hoy y del guache del bus. ¡Vándalos esos! ¡Mechilargos! ¡Mucho indio! Etcétera, etcétera.

¿Qué creen ustedes? ¿Qué al frente de su casa tampoco limpia? ¿Creen que  respondería  igual ante la mirada de un conocido o un vecino?

¿Cómo resocializamos a la abuelita?

Un parque en riesgo y la Media Maratón de Bogotá

Mi experiencia reciente me dice que este no es un evento aislado.

Por estos días me encuentro en la recta final de mi entrenamiento para la Media Maratón de Bogotá (domingo entrante, 29 de julio). La mayor parte de la preparación la he hecho muy temprano en las mañanas en el Parque el Virrey. Realmente son muy pocos los espacios en la ciudad para entrenar de manera tranquila y agradable, lejos de los carros y la contaminación (Yo recomiendo los parques: El Virrey, Nacional y Simón Bolívar). ¡Cómo le hacen de falta parques y zonas verdes a Bogotá!

Pues les confieso que ando realmente fastidiado con este «asuntico» de la caca de los perros. Día tras día, tras día, veo más caca en mi camino que los dueños de sus mascotas no recogen. Y por supuesto, uno la pisa. Y eso huele…..pues a mierda ¿A qué más? Ya he tenido varias malas pisadas. No es casualidad. El hábito parece estarse arraigando. ¡Qué desespero! Sí que es un problema. ¡Ganas de joder! ¿Pero cómo no?

City Etiqute, B.Grand

Claro. Y entonces hay que ser más cuidadosos y ya uno no observa a sus alrededores, no aprecia árboles, el entorno, nada. Se corre con la mirada fija en el asfalto, a la defensiva