¨La ciudad no es un problema, la ciudad es una solución. ¨ Jaime Lerner

Ante un panorama bastante incierto de la vacuna, que podrá tardar en llegar entre 12 y 18 meses, estamos obligados a aprender a convivir con el virus. Superar el virus tomará tiempo, quizás varios meses.
Por otro lado, el confinamiento tiene su límite, tanto por razones económicas -hambre, informalidad, desempleo, el colapso de los negocios- como por cuestiones de salud física y mental. La fatiga de la cuarentena la estamos sintiendo todos; niños, adultos, personas mayores. La presión por reabrir y reanudar la vida aumenta con el paso de los días. Hay que buscar un equilibrio entre las posiciones pro-vida y pro-economía; entender que no son excluyentes, y que, por el contrario, ambas se necesitan y son complementarias. La idea es cuidar la salud y no morirnos, no solo de COVID19.

Ya sabemos que uno de los mejores aliados que tenemos para enfrentar el COVID es el espacio exterior. Afuera, al aire libre, las posibilidades de contagio son significativamente menores que en espacios cerrados.
Es por esta sencilla pero poderosa razón que la ciudad y su espacio público, incluidas sus calles -considerando las exigencias que nos ha impuesto el COVID19-, están llamadas a jugar un papel determinante pensando en la urgencia de reanudar de manera segura y responsable, que cuide la vida, la actividad económica y social que tanto estamos anhelando y necesitando.
Otra parte importantísima de la ecuación es el escenario actual de pocos carros en las vías y la enorme oportunidad que la coyuntura nos está dando de favorecer alternativas sostenibles de movernos como la bicicleta y caminar. Porque nos ayudan contra el virus hoy y son estratégicas para el futuro, porque a diferencia del carro y la moto, son limpias, amables y generosas con la ciudad. Además de la vida, está en juego el futuro de las ciudades: carro-dependencia vs sostenibilidad urbana.

Por eso, hay que moverse con mucha determinación y sentido táctico, e ir ajustando sobre la marcha, porque la ventana de oportunidad es estrecha y se va cerrando con cada día que pasa; con cada nuevo anuncio de reabrir sectores, con cada carro que sale otra vez a ocupar las calles.
¿Cuál es la manera más estratégica de aprovechar nuestras calles y el espacio público de la ciudad en estos momentos? ¿Cómo pueden ayudarnos a responder a los desafíos que nos está planteando el COVID?
Estamos viendo cientos de cierres viales por obras en la actual coyuntura sin generar traumatismo. Positivo porque avanzan. Positivo porque dan empleo. Positivo porque le bajan la velocidad a las calles.
¿Qué otros usos diferentes al de mover y estacionar carros podemos darles?
Bajo un lente que reconoce este valor de las calles y el espacio público para enfrentar la crisis, plantearé en próximos artículos una serie de soluciones prácticas y fácilmente accionables que pueden ser aplicadas al contexto bogotano y de otras ciudades.
Mirar con atención lo que están haciendo otras ciudades del mundo que ya han superado etapas de la pandemia es urgente y necesario. Lo mismo que prestar atención a ideas y soluciones que provienen desde lo privado y la misma ciudadanía.
La apuesta por la sostenibilidad es lo responsable y estratégico para lo urgente pero también para el futuro.
Necesitamos dar un debate sobre las soluciones para la crisis por fuera de la dinámica perversa de la polarización que se está adueñando de la coyuntura y que nos pasará factura en muertes y el colapso absoluto de la economía.
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