Recién arrancando esta crisis del covid por el mes de marzo, con maletines y conos naranja, y después con pintura y unos taches amarillos, se hizo más por la transformación del corredor de la 7ª que lo acumulado por todos lo gobiernos anteriores, desde que tengo memoria.
Y ojo que acá no estoy refiriéndome a la cantidad de esfuerzos, recursos o tiempo destinados a lograr esa transformación, ni al proyecto ideal. Me refiero a transformación efectiva, concreta, visible y palpable.
Ese primer fin de semana del simulacro de confinamiento en Bogotá, en un abrir y cerrar de ojos se desplegaron decenas de kms de ciclorrutas «temporales» por la ciudad, como medida para contener y protegernos del virus. Se facilitaba una opción individual, segura y limpia de movernos, que a la par ayudaba a descongestionar Transmilenio.

Muchas otras ciudades del mundo entendieron el valor estratégico de la bicicleta como aliada para enfrentar el momento, y como Bogotá, hicieron lo propio habilitando nuevas ciclorrutas. Urbanismo Táctico escala ciudad. Urbanismo táctico escala global. ¿Cuántos nuevos kms de ciclorruta pudo haber ganado el mundo durante estos meses de crisis? Ni idea, pero tienen que estarse contando en los miles. ¿El impacto en calidad del aire, reduciendo emisiones, accidentes en las vías, desatascando ciudades? Devuelve la esperanza en el mundo. (Aquí puede ver el fenómeno en cifras y unas gráficas interactivas increíbles para Europa).
Ahora bien. Tomada la decisión de no ir más con el proyecto de Transmilenio por la 7a, algo que deberíamos aceptar ya como un hecho, -como una realidad política-, hay entonces que pasar la página, pensar en el futuro del corredor y empezar a trabajar con lo que hay. Y lo que hay en estos momentos, gracias a esta coyuntura del covid, es una ciclorruta de 18 kms implementada, que empieza en la Cll 106 y termina donde empieza la intransitable 7ª peatonal. Y que, desde el sur, arranca en la 1 de Mayo hasta llegar a la Cll 12 (Casa del Florero).
Lo más importante aquí, es que después de tantos años de parálisis y bloqueo político –por diferentes razones-, en los que el corredor permaneció congelado en el tiempo, inmutable, de repente, algo cambió. Pero además, no solo pasó algo, sino que pasó algo realmente significativo que reconfiguró de manera estructural el espacio y las dinámicas del corredor. Y todo, en cuestión de días y semanas.
¿Se imaginan haber metido una ciclorruta de 18 kms por la 7ª en cualquier otro momento o coyuntura?
Absolutamente inimaginable. Imposible en medio de unas dinámicas políticas del corredor y de la ciudad, que han probado ser mucho más efectivas para oponerse y obstaculizar proyectos que para moverlos, avanzarlos y consolidarlos. Porque si en algo nos hemos vuelto expertos en Bogotá, es en bloquear proyectos y destruir o descontinuar los que tenemos y nos mueven. Y por el lado de los gobiernos, pues estos sí que han sido especialmente malos legitimando y construyendo el respaldo necesario para que los proyectos se realicen, vean la luz, se apropien y se consoliden en el tiempo. Al proyecto de Transmilenio por la 7ª, no le alcanzó el tiempo -que le faltó muy poco-, pero tampoco el respaldo social y político. Son claros los riesgos de ser tan eficientes pero impopulares.

¿Quiénes ganan con esos proyectos fallidos, efectivamente bloqueados? ¿Quiénes ganan con la parálisis? La respuesta es obvia, el statu quo. Quienes se opusieron al Transmilenio por la 7a, lo que quieren es que nada cambie. No les servía ese proyecto. Ahora tampoco les va a gustar la ciclorruta. Lo único que piden es más vías, para que salgan más carros, para que el trancón ya no sea de 2 sino de 3 carriles; pero que será finalmente el mismo trancón. Lo único que defienden es su interés personal y directo de no verse incomodados por la obra de un Transmilenio, y ahora, por la llegada de esta ciclorruta intrusa que se hizo sin pedirles permiso.

En este punto, creo que hay que celebrar que este monumental debate desatado por el nuevo bicicarril de la 7ª se esté dando sobre la realidad de 18 kms implementados, y no sobre unos renders y la propuesta del proyecto perfecto que necesita el corredor. Fue esa precisamente, la interminable, polarizada y estéril conversación en la que estuvimos enfrascado por tantos años, sin que nada pasara, pero eso sí, con todos de acuerdo en la urgente necesidad de un cambio profundo para el corredor.
El peor escenario de todos es la parálisis. El peor escenario de todos es el statu quo
Por eso creo que esta nueva ciclorruta tiene que aprovecharse como ese detonante que empieza, sobre la marcha, a darle el tono y la forma a ese proyecto central de la actual administración que es el Corredor Verde, y que, hasta antes de la llegada del bicicarril, no era más que un concepto demasiado ambiguo, incierto y en borrador. Lo que aparece entonces, es una enorme oportunidad de mover el proceso de transformación del corredor bajo un lente menos de mega-proyecto y soluciones celestiales y más de gestión y transformación permanente, gradual y comprehensiva del corredor.
Un esquema de cambio más flexible, creativo y ágil, comprendido de intervenciones estratégicas que lo revitalicen, que deberá comprender aspectos tanto físicos como culturales, y valerse de una variedad de estrategias y posibles soluciones para darle prioridad a peatones, ciclistas y sobre todo al transporte público. Y algo muy importante, con dosis importantes de participación ciudadana que lo respalden, legitimen y oxigenen.
Pero hay que aprovechar y consolidar el impulso ganado. Hay que seguir sumando pequeñas victorias con gran sentido de urgencia. El urbanismo táctico es eso. Ganarles impulso, movimiento y respaldo a procesos de transformación urbana con acciones ágiles y costo eficientes, a través de las cuales cambiamos imaginarios y expectativas sobre lo que es posible para un lugar. Y lo más importante quizás, son acciones y procesos guiados y motivados por la claridad y convicción de los cambios de largo aliento a los que queremos llegar. ¿Seguimos por el camino de la carro-dependencia? ¿O aterrizamos con hechos esa promesa postergada de un corredor y una ciudad más sostenibles y que les funcione a las personas, no a los carros?
No nos equivoquemos. La pelea por el corredor de la séptima, apenas está empezando.
“Cuando empujas el status quo, éste empuja de vuelta, fuerte.” Streetfight— Janette Sadik-Khan
Finalmente, ¿cuál puede ser el mensaje o la lección que podemos llevarnos de este episodio en el que una ciclorruta, desplegada en cuestión de días y a muy bajo costo, derrota finalmente la eterna parálisis del corredor de la 7ª?
El corredor y de pronto también la ciudad, necesitan y podrían beneficiarse de una lógica de cambio radicalmente diferente, que puede ser más sencilla, económica y eficaz. Lo que no quiere decir, más fácil.
A veces, menos es más.
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