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Tiendas a Cielo Abierto: Acupuntura urbana para Bogotá

Imaginemos miles de tiendas barriales, cafeterías, fruterías, cigarrerías, misceláneas y panaderías de la ciudad aprovechando sus fachadas, los andenes frente a sus negocios, para ubicar uno o dos juegos de mesas y asientos, acompañadas de unas materas con flores que embellezcan y encierren el espacio, quizá unas sombrillas para estar bajo el sol, para que sus clientes puedan sentarse al aire libre.

Imaginémonos, transferir el exitoso modelo de restaurantes a cielo abierto, que nace como respuesta a la pandemia, a las miles de tiendas de barrio de la ciudad: Tiendas de Barrio y Panaderías a Cielo Abierto. Simplificado. Sin necesidad de vallas, señores de seguridad y logística o costosos montajes. Pero en cambio, animado eso sí, por pequeños detalles de creatividad que aportarían los tenderos de la ciudad. Imaginémonos, un gran ejercicio de acupuntura urbana para Bogotá que revitalice y alegre sus calles, fortaleciendo el tejido social de sus barrios y comunidades, protagonizado por estos negocios híper-locales. París y Buenos Aires tienen sus cafés. Nueva York sus mini-mercados 24 horas. Bogotá tiene sus tiendas, misceláneas y panaderías.

En términos generales, podría ser hasta más atractivo y beneficioso para la ciudad que lo de los restaurantes. Sencillamente, porque es mucho mayor su alcance. Según información de la alcaldía, al piloto de restaurantes que empezó en septiembre del año pasado, se han vinculado más de 8,600 establecimientos, con operación en más de 50 zonas de la ciudad y, en algunos casos, ayudándoles a los negocios a aumentar sus ventas en un 85%. Imaginemos ahora la posibilidad de transferir esos resultados al universo de aproximadamente 70,000 tiendas -25,000 registradas en Bogotá, hay 278,000 en el país- y 8,000 panaderías, regadas en miles de calles y esquinas por los barrios de la ciudad.

¿Lo ven? ¿Alcanzan a dimensionar el potencial impacto que algo así de sencillo y accionable podría significar en términos de reactivación económica, protección frente al virus y el efecto para nuestras calles, barrios y comunidades?

Veamos. Vayamos por partes.

Uno de los mejores ejemplos que he visto de reinvención para salir adelante en medio del COVID. Bar se transforma en una tienda local de flores, frutas y verduras abriéndose al aire libre. Embellece la esquina, la calle, el barrio. Crea sensación de confianza y comunidad.

Para empezar, consideremos el aspecto económico: ¿Cuántas gaseosas, Chocorramos y paquetes de papas más se venderían al día? ¿Cuántos panes y cafés más?  A simple vista, su efecto acumulado en la reactivación económica de la ciudad podría ser espectacular. ¿Cuánto le significaría en ganancias a los tenderos y sus familias? ¿Cuánto a empresas como Coca Cola, Postobón, Ramo o Alpina por mencionar algunas?  Se benefician las tiendas, también las grandes marcas, y de paso, muchos otros proveedores más.

En segundo lugar, representaría un esfuerzo vital, urgente y estratégico para lo que resta de la pandemia por llevar el efecto protector del aire libre frente al COVID a esa gran cantidad de interacciones humanas que suceden a diario en torno a estos negocios barriales. Ya hemos visto como algunos tenderos, informados sobre el enorme riesgo de contagio que existe en espacios cerrados y mal ventilados -por lo general estas tiendas-, y seguramente animados por el ejemplo de los restaurantes, ya lo vienen aplicando por iniciativa propia. Y, sin embargo, transcurrido casi un año desde que todo esto empezó, sigue siendo común ver a personas consumiendo al interior de muchos de estos diminutos locales con el riesgo de contagio que eso implica.

¨Ventilación, ventilación, ventilación¨, repetía el otro día la alcaldesa como recitando un mantra, al insistir sobre la importancia de seguir cuidándonos. Pues a cambio de una muy baja inversión y un mínimo esfuerzo de adaptación, sería exactamente lo que ganarían estos negocios si se extendieran al aire libre. Lo que además generaría mayor confianza entre vecinos y transeúntes, y a su vez, mejoraría las ventas. El escenario es redondo. Reactivamos y protegemos la economía, al tiempo que cuidamos la vida. Un proyecto así, también podría activar un importante ejercicio de cultura ciudadana que nos ayude a seguir cuidándonos hasta que la crisis se resuelva definitivamente. El solo despliegue de estos esquemas a cielo abierto, acompañado de buenos mensajes sobre el efecto protector del aire libre y la distancia física, podrían ayudar a hacer la tarea,

Por último, tenemos el potencial efecto que las tiendas y panaderías a cielo abierto podrían significarle a la ciudad como acupunturistas urbanas que sanan y revitalizan el tejido físico y social de sus barrios. Similar al impacto que los nuevos parques han traído mejorando la seguridad en sus alrededores. Calle por calle, esquina por esquina, fachada por fachada, con una tienda aquí y otra tienda allá, se detonaría un proceso que traería más vida a los barrios. Más personas y actividades gravitarían alrededor de estos negocios, aportando más ojos en las calles, y con ello. creando sentidos de lugar y comunidad más fuertes.

Jaime Lerner, el famoso urbanista ex alcalde de Curitiba, Brasil, se refería en su libro Acupuntura Urbana, al gran valor que las tiendas esquineras que abren 24 horas, muchas de dueños coreanos, representan para la vida y buena salud de una ciudad como Nueva York.

¨Yo a veces digo que la ciudad de Nueva York debería construirle un monumento a las anónimas tiendas que abren 24 horas. Estas tiendas no solo ofrecen infinidad de estanterías de mercancías y productos, sino que también dan vida a barrios completos, literalmente iluminando incontables esquinas de calle tristes y lánguidas. Las personas se mezclan y se encuentran bajo las luces de la ciudad mientras hacen compras de noche. Todo lo cual hace que la ciudad sea más segura. ¨

¨Y como estos tenderos nunca duermen, sus fachadas iluminadas sirven como puntos vitales de referencia, haciendo mucho más por la ciudad que lo que cualquier desfile callejero o festival cultural podría hacer. Es por esto que estos tenderos anónimos y la miríada de pequeños negocios informales están rankeados entre los acupunturistas más importantes de Nueva York. ¨

Las tiendas y panaderías de barrio ya eran centrales en nuestra cultura. Pero en medio de restricciones a la movilidad, cuarentenas, cierres de colegios y teletrabajo, su protagonismo y participación en nuestras vidas y la vida del barrio ha cobrado incluso más importancia. Otra razón más para pensar que, bien desplegada, una iniciativa de tiendas a cielo abierto podría ser una verdadera revolución urbanística y cultural para Bogotá. Animaría e iluminaría sus calles. Ayudaría a afianzar dinámicas favorables de proximidad y vecindad que se intensificaron con la pandemia – ciudad de los 15 minutos. Sin duda, nos propondría una relación más íntima, directa y activa con sus calles, así como con nuestros barrios y comunidades.

Sería ese pinchazo estratégico que está necesitando la ciudad en estos momentos.

A pesar del espejismo de la llegada de las vacunas, tenemos que saber que la crisis está lejos de acabarse. No es momento de cruzarse de brazos. Tenemos que seguir buscando soluciones innovadoras y accionables que nos ayuden a navegar mejor el tiempo que nos tome llegar a su definitiva resolución. Una iniciativa en este sentido, impulsada por el gobierno distrital, recogiendo lecciones del piloto de restaurantes, sumando voluntades de pequeñas tiendas y grandes marcas de bebidas y alimentos, podría ser realmente importante para responder a los diferentes retos que nos sigue presentando el momento y algo muy positivo para el futuro de la ciudad.