Los peatones siempre han tenido la membresía numérica de una mayoría y el estatus político de una minoría. Rebeca Tuhus-Dubrow

¿Qué ha cambiado o mejorado para el peatón durante este 2021 en Bogotá? Hablemos de cambios tangibles, concretos. De la experiencia de las personas en la calle, caminando la ciudad. No de ideas, no de planes y tampoco de proyectos futuros.
Bogotá empezó el año declarando el 2021 como el año del peatón. Fuimos muchos los que nos alegramos con el anuncio. Por fin se va a hacer algo importante, pensamos. Ya el 2020 había sido el año de la bicicleta, lo cual se honró con la construcción de decenas de nuevos bici-carriles como los de la carrera séptima y la calle 13.
Sin duda, Bogotá capitalizaba muy bien las oportunidades que brindaba la coyuntura del covid, así como la experiencia y la capacidad ganada que dejaban años de trabajo por la bicicleta. Y a la declaratoria del año del peatón se sumaba la presentación de una propuesta de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) -llena de buenos conceptos como el de calles completas- que nos notificaba la llegada de “la ciudad del peatón y la bicicleta después del “reinado del automotor”.
Como era de esperarse, los medios le cogieron la caña. El Tiempo le dedicó dos páginas completas de su edición del domingo, hubo varias entrevistas para el secretario de Movilidad por esos días y hasta fue tema de conversación entre la alcaldesa y Los Danieles.
Corrían los últimos días de abril.
Creo que nunca habíamos visto al peatón mojar tanta prensa. Las felicitaciones y los aplausos llegaban por todos lados. Pero pasaron los meses y el anuncio se quedó en anuncio. Salvo unos pocos operativos escuetos e irregulares para controlar mal parqueados y unas piezas en redes sociales, la verdad es que, en su año, el peatón no ha recibido mayor cosa. Al año le restan menos de cinco meses.
¿Será que no dimensionaron la complejidad y el tamaño del reto? ¿Habrán pensado que dar resultados sería tan expedito como lo fue con la bicicleta? Es lo más posible, pero son retos bien diferentes. Empezando porque a diferencia de la bicicleta, que ha venido ganando espacio con los años en el debate público de la ciudad y sus políticas públicas, impulsada por un fuerte movimiento ciudadano representado en decenas de colectivos y una gran afición por el ciclismo deportivo, mejor infraestructura, institucionalidad -Bogotá tiene gerencia de la bicicleta- estrategias para su promoción y, en general, mejores condiciones, la causa del peatón ha brillado en el tiempo por su soledad. Mientras que la causa de la bici es sexi, la del peatón padece de un muy serio problema de representatividad. Mientras que la bici ya cuenta con un proceso y una historia importante, lo del peatón apenas se asoma y sigue estando muy crudo.
¿Qué lecciones podemos llevarnos de todo esto?
La más importante, tal vez, es que anuncios de este tipo, sin un plan claro y acciones contundentes y sostenidas que lo respalden, terminan siendo un arma de doble filo. Porque el discurso de la sostenibilidad urbana se desgasta. Los problemas siguen sin solucionarse. Los ciudadanos nos frustramos, o lo que es peor, la impotencia nos vuelve apáticos. La credibilidad del gobierno sufre irremediablemente. Y lo más desafortunado, una causa tan trascendental para la ciudad y la calidad de vida de todos, sigue sin arrancar.
Entonces, quizás, creo que lo mejor habría sido ponerse a trabajar de manera silenciosa pero constante en el problema. Entenderlo mejor. Y empezar es muy importante, porque además, este es un reto que ofrece muchas oportunidades de accionarse y posibilidades de victorias tempranas: pintar las cebras, controlar la velocidad en las vías, peatonalizar una calle, sacar los carros de los andenes, iluminar un sendero, ajustar tiempos de semáforos peatonales, embellecer y activar una plaza, reforzar la protección de una intersección peligrosa, un colegio o un parque, aprovechar los cursos pedagógicos para educar conductores sobre la fragilidad del peatón, castigar motociclistas que transitan sobre andenes, entre otros.
Y, sin embargo, esto necesita un enfoque de diseño y gestión de la ciudad que, de manera permanente y casi obsesiva, busque, implemente y articule todas esas oportunidades para mejorar y dignificar la experiencia de quienes caminan. Al final de cuentas, este es un reto –mejorar las condiciones de los peatones en Bogotá- que necesitará menos de mega proyectos o grandes anuncios y más de esfuerzos sostenidos e incrementales en el tiempo -respaldados por una convicción muy fuerte en el valor que esta causa tiene para la ciudad– para ir sumando y creando esas mejores condiciones, visibles y palpables, que realmente los priorice.
Jordi Hereu, exalcalde de Barcelona que vino a Bogotá a hablar por el año 2014 tuvo como slogan de su gobierno: “Mirar a lo lejos, trabajar desde cerca.” Por su parte, Janette Sadik Khan, excomisionada de Transporte de Nueva York (2007-2013) -quien lideró un proceso vertiginoso de cambio en esa ciudad a favor de los peatones y las bicicletas, incluyendo la peatonalización de Broadway, la creación de decenas de plazas públicas, la introducción de cientos de kilómetros de ciclorrutas y la ciclovía neoyorquina- dice lo siguiente: “mejorar las calles no tiene que costar mucho dinero ni mucho tiempo. Con un objetivo claro, imaginación, liderazgo y valentía política puedes hacer que pase.” Pues necesitamos mucho más de esto en Bogotá; conectar visiones de largo plazo y discursos inspiradores sobre la ciudad que es posible con mucha acción y gestión en el día a día. Proponernos que las cosas pasen.
Hoy, 17 de agosto, fecha en que se celebra el Día Internacional del Peatón, habría sido maravilloso poder hablar del esfuerzo y los avances para encaminar la causa. Seguramente no habría sido posible hablar de muchos logros por el corto tiempo, pero sí por lo menos de algunos bien concretos. Me habría gustado señalar mejoras, evidenciar una que otra victoria temprana. Y, sin embargo, me temo que lo hecho hasta hoy, perceptible a la experiencia de quienes caminamos la ciudad, sencillamente no alcanzó.
Si algo, creo que estos meses desde el anuncio han servido para que la administración reconozca que la apuesta necesita más consistencia entre discurso y acciones en el corto plazo, que un año es poco y que el trabajo sigue estando todo por hacerse.
Para terminar, me parece importante apuntar que la causa del peatón no tiene fecha de vencimiento. No termina el 31 de diciembre de 2021 ni tampoco con el período de una administración. La causa del peatón tiene que ser siempre y de todos los días.