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La ciudad y los huecos eternos

El artículo se publicó en El Espectador

Absolut Bogotá
Absolut Bogotá

Hace unos días, regresando de vacaciones, encontré mi carro pinchado. ¿Qué hacer? Nada, resignación, cambiar rápidamente la llanta y dirigirme inmediatamente al montallantas. Valor del arreglo: $49.000. Tocó vulcanizarla, doble parche, cada uno a $19.000 más mano de obra. Precios del norte de la ciudad. Alguna vez un taxista me decía que por $10.000 le hacían la vuelta. Da igual, a todos nos drenan dinero.

Lo más lamentable es la pérdida de nuestro valioso tiempo con amigos, familia, esparcimiento y productivo. También se va nuestra capacidad de aguante y tolerancia ante el caos de la ciudad.

Uso muy ocasionalmente el auto, pero cuando lo hago, y procurando cuidado, igual me es imposible evadir los $$*&* huecos. No habían pasado dos días y ¡tenga!, caigo en uno en plena Séptima con calle 67, costado Norte-Sur. Gigantesco, de los estalla llanta y dobla rines. Cráter. Son trampas que no avisan. ¡No hay derecho! Ni la arteria principal de la ciudad se salva de este padecimiento.

Y entonces vuelven el malestar, la rabia, la impotencia y la resignación. A visitar de vuelta a los amigos del montallantas. Más tiempo y dinero extraviados. Más bronca con esta ciudad y la ineficaz y mediocre gestión de su gobierno.

Pasadas tres semanas el hueco sigue ahí. Por supuesto, más grande y amenazador. ¿Por qué no se adopta un sistema de contratación para el mantenimiento de la malla vial que en efecto garantice su mantenimiento rutinario? Por ejemplo, que se les pague a los contratistas contra la permanente buena condición de las vías, con pagos periódicos basados en resultados; es decir, basado en el buen estado de las vías. Se deja de pagar por intervención y volumen, y comenzamos a pagar por servicio y calidad

¿De qué nos sirve reparar las vías si al poco tiempo reaparecen los huecos? ¿Por qué vías que están en buen estado son reparchadas sistemáticamente, mientras vías con huecos de tamaño considerable permanecen sin atención? La cuestión es de incentivos.

Esquemas de contratación que recogen estos principios (contratación por niveles de servicio) han sido utilizados con éxito en Canadá, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Argentina, Perú, Chile, y otros.

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El reclamo ciudadano por el deterioro de la malla vial es absolutamente legítimo. No es capricho.  La administración de la ciudad necesita adoptar un sistema más efectivo, transparente y permanente de mantenimiento de la malla vial; de tapar sus huecos. Basta de excusas coyunturales como el invierno. A este problema crónico, que desangra sistemáticamente de recursos a la ciudad y a sus ciudadanos, que tanto afecta la movilidad y pone en riesgo vidas humanas, y agota nuestra paciencia, se le puede y debe poner fin.

**En días recientes, después de escrito el artículo, el hueco que lo inspiró finalmente fue tapado. Agradecer al IDU y al nuevo gobierno de la ciudad. Atender el corto plazo no deja de ser importante, pero esta es una problemática que requiere de una solución estructural para el mediano y largo plazo. 

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Una ciudad para vivir

“Cuando miras una ciudad, es como leer los sueños, las aspiraciones y el orgullo de todos los que la construyeron.” Hugh Newell Jacobsen

Fuente: Revista Semana
Fuente: Revista Semana

A la pregunta, ¿Cómo quiere que lo recuerden los bogotanos cuando salga de la Alcaldía en una frase?, el recién elegido alcalde de Bogotá respondió lo siguiente: “Como el alcalde que logró superar la segregación social en la primera infancia.” No podemos sino desearle lo mejor en este frente. Un reto sin duda loable, así como una inversión estratégica e inaplazable para la ciudad. Y sin embargo, parece más un juego de palabras, propio de quién promete mucho, pero a la vez,  a nada concreto se compromete. Y me refiero especialmente, en lo que atañe a la Bogotá perceptible. Esa con la que interactuamos a diario sus ciudadanos; la ciudad que apreciamos y vivimos con nuestros cinco sentidos.

Pensando en el futuro de la ciudad, los invito a preguntarnos lo siguiente sobre lo que nos pasó en Bogotá durante las pasadas dos administraciones: ¿Cómo evolucionó la ciudad hablando de la experiencia del ciudadano en las calles? ¿Cuál es la ciudad que hoy se presenta ante nuestros sentidos? ¿Es más segura, más amable, es más vivible? ¿Qué nos dice la superficie actual de la ciudad? ¿Vivimos en una mejor ciudad?

Mmmmm…..pues al cabo de 8 años, al cierre de la administración Moreno, en plena temporada navideña, la ciudad se encuentra absolutamente colapsada. ¿No cree? ¿Se siente capaz de refutar esta afirmación? Salga y vea no más; hágalo con cuidado. La infraestructura de la ciudad está vuelta pedazos –alud circunvalar, los millones de huecos, carrera 11-, barrios enteros sumergidos bajo las aguas fétidas del Río Bogotá, el trancón ha cobrado dimensiones ridículas, la sensación de inseguridad no cede, la confianza de la ciudadanía hacia su gobierno y la justicia se encuentra completamente erosionada, la distancia entre ciudadanos y policía se acrecienta; la intolerancia reina, el descuido general por el bienestar colectivo se impone. Las calles son del más fuerte, y de los más avivatos y atravesados.  ¿La autoestima de la ciudad y sus ciudadanos? Literalmente arrastrándose.

Y es entonces, de cara a este presente tan difícil que enfrentamos, ante una realidad tan contundente, que las palabras del alcalde electo parecen dirigidas a otro escenario.

Aquí no hay de otra. El próximo alcalde deberá centrar toda su atención en Bogotá.  Deberá ponerse en los zapatos del ciudadano de a pie. Deberá observar con detenimiento y curiosidad sus calles. Deberá bajarse a la escala del ser humano, aquella en la que las personas tocamos y vivimos la ciudad, y arrojar resultados allí (seguridad, transporte, convivencia, cultura ciudadana, infraestructura urbana, espacio público, contaminación, basuras, etc.). Deberá honrar su frase de campaña de una “Bogotá Humana Ya”; pero que sea de ver y del diario vivir, y que nos toque a todos. Ahí está el reto.

Definitvamente será en hechos visibles, que lleguen y toquen al ciudadano, donde aguardará impaciente la legitimidad del nuevo alcalde como líder de esta difícil, hoy desbaratada, pero a la vez, formidable ciudad. ¿Cómo será la ciudad visible al cabo de sus primeros 6 meses? ¿Al cabo del primer año, del segundo, y por supuesto, al cierre de su alcaldía? ¿Cómo vivirá el ciudadano de a pie su ciudad? Preguntas para tomarse muy seriamente, por Petro y su equipo, y por nosotros los ciudadanos.

Jaime Lerner, el afamado exalcalde de Curitiba, consultor internacional de ciudades por más de 40 años, no se cansa de repetir lo siguiente: “La ciudad no es un problema, sino una solución.” Insiste en que hay que moverse rápidamente y hacer, que “cualquier ciudad del mundo puede mejorarse en menos de 3 años……lo cual, no es una cuestión ni de escala, como tampoco de recursos financieros.” Al final, la capacidad de realización, de proyectar una visión y aterrizarla a la realidad,  de hacerla visible y vivible, es realmente lo fundamental.

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El Monstruo de la Corrupción

¿Conocen al Monstruo de la Corrupción? ¿Lo han visto rondar la ciudad? ¿Tiene nombre, o se le conoce sólo por Monstruo?

Pues por estos días recorre la ciudad junto al candidato al Concejo, Juan Carlos Florez, cabeza de lista de Mockus, el Monstruo de la Corrupción. Como pueden ver, es enorme y espantosamente feo. Un gran trabajo el de quienes lo fabricaron; su fusión de parecidos con algunos de nuestros más emblemáticos políticos, funcionarios públicos y contratistas señalados por graves actos de corrupción se reconoce.

Monstruo de la Corrupción
Monstruo de la Corrupción

Flórez ha sido un aguerrido y locuaz denunciante del Carrusel de la Contratación en Bogotá (Ver su Blog, Al Grano, http://www.lasillavacia.com/users/jcflorez), con la virtud y el mérito de haberlo hecho como ciudadano, ajeno a investiduras y funciones que se lo exigieran. Para su actual campaña al concejo, y consecuente con sus predicados, el candidato puso en el centro de sus prioridades y discurso, la urgente necesidad de combatir la corrupción. No veo como otra causa pueda superarla en importancia. No en medio del millonario escándalo y la colosal crisis que nos deja a los bogotanos.

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Uribe, la Encrucijada de los Verdes, y el debate que los bogotanos no podemos eludir

Imagen-Revista Semana

La figura y las salidas del expresidente Uribe enrarecen el panorama electoral, arrastran y reducen el debate electoral sobre el futuro alcalde de Bogotá a un asunto de mecánica electoral, y se asoma la esterilidad de una discusión planteada en términos de Uribistas vs Antiuribistas. No es lo que necesita Bogotá en medio de esta trascendental elección; pero así será. Uribe se hará sentir gústeles o no. Prueba de ello, es la difícil situación que por estos días suscitó su reiterado respaldo al exalcalde Enrique Peñalosa en las filas del Partido Verde, y que hoy distancian al candidato del ala de su copartidario Antanas Mockus.

En el caso particular de los verdes el efecto Uribe está obligando al partido a escoger entre dos orillas que a mi parecer resultan irreconciliables, y por eso, la dureza y la franqueza de las palabras que dirigió Mockus a Peñalosa la semana pasada: “Uribe o yo”. Tras analizar el incidente me inclino por pensar que no es capricho. La posición radical de Mockus hay que entenderla a partir del contexto y del discurso que dio vida a la Ola Verde en medio de las presidenciales del año pasado, pues el fenómeno nació fundamentalmente como una vehemente y refrescante contrapropuesta a los métodos de hacer política del uribismo.

Fue del discurso anticorrupción y gracias a la apuesta por una manera distinta de hacer política de donde obtuvo su fuerza la opción verde. Fue un fenómeno ciudadano que creyó en un equipo de políticos independientes, probados exitosamente al frente de la administración de Bogotá, y Fajardo en Medellín. El discurso encontró su fortaleza y margen para crecer en la coherencia que existió entre la trayectoria de sus candidatos y los postulados que exhortaron.

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¿Moviliza tu paciencia? Bogotá en el hueco

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El caso de las obras de la calle 81 entre carreras 7ª y 9ª. Situaciones similares se presentan en toda la ciudad.

Nada más se moviliza por Bogotá en estos días

Nada más se moviliza por Bogotá en estos días

Durante buena parte del año 2010 la calle 81 entre carreras 7ª y 9ª estuvo completamente cerrada debido a una obra que por objeto tenía cambiar/renovar las tuberías del sector.  Es una zona residencial en la que también se encuentran algunos pequeños negocios (cafés, restaurantes, venta de muebles, ropa, otros).  La obra duró aproximadamente 1 año, tiempo en el cual residentes y establecimientos comerciales por supuesto sufrieron las incomodidades y la afectación a sus ventas a causa del cierre vial. Vecinos del sector señalan entre los perjuicios causados: afectación de la seguridad con algunos atracos ocurriendo en la puerta de los edificios, maquinaria invadiendo andenes y entradas de residencias, polvo y basura, rígidos horarios para entrar y sacar carros, entre otros. Adicionalmente, por ser la calle 81, una vía a la que desemboca un flujo considerable de vehículos provenientes de la Avenida 7ª, su cierre agravó la circulación vehicular de todo el sector, de por sí, ya bastante congestionado.  Todo suma.

Obras: Cll 81 entre Cr 9a y 7ª, Abril 2011
Obras: Cll 81 entre Cr 9a y 7ª, Abril 2011

Hasta este punto la situación es incómoda pero muy seguramente entendible y llevadera, sobre la base de una comprensión por parte de los ciudadanos afectados, de la necesidad cada cierto tiempo de que se realicen una serie de obras preventivas, así como de renovación y mantenimiento de la infraestructura de la ciudad. Al final, dirán los ciudadanos, todos nos veremos beneficiados, tendremos una calle más bonita, evitaremos problemas con la tubería, y residentes como negocios nos veremos beneficiados. Al fin y al cabo, a ello deben destinarse buena parte de nuestros impuestos ¿No es así?

Ahora bien. Sucede que a sólo unos 3 meses de haberse finalizado la obra y abierta nuevamente la vía, y cuando todo aparentaba volver a la “normalidad”, de repente, por motivo de más obras y reparos a lo hecho meses atrás, nuevamente cierre parcial de la vía (entre 9ª y 8ª) y anuncio de cierre total para la cuadra entre 9ª y 11 (Ver imágenes). Las obras están programadas para una duración de aproximadamente otros 7 meses. ¿Alguien puede explicar la lógica detrás de estas actuaciones? ¿No valdrá la pena que también se investiguen estas situaciones? ¿Cuánto le cuestan al erario público, a los contribuyentes, estos errores?