No toda la avenida 26 está pactada o habilitada. Hubo un proyecto en el 2013, iniciativa gubernamental del distrito, a través del cual se abrió una convocatoria en la que participaron varios colectivos, entre ellos Toxicómano. Sin duda, una iniciativa interesante y valiosa con el fin de canalizar toda la energía de los artistas urbanos de una manera positiva, abriéndoles un espacio, y dándole la oportunidad al grafiti de jugar un rol positivo en la recuperación y revitalización del espacio público de la ciudad. También para acercar el ejercicio del arte urbano a los bogotanos. Algunos muros se reservaron para eso. Habría que buscar maneras de consolidar esa iniciativa y de darle continuidad en el tiempo. ¿Qué siguió? ¿Qué venía después de eso? No lo sé. Pero pareciera que todo vuelve a su dinámica normal. Que no hay esfuerzos sostenidos por institucionalizar y regular la práctica, y por seguirla encausando de una mejor manera.
Por otra parte, es imposible negar que el grafiti en general se está devorando la ciudad, evidenciando un preocupante desgobierno sobre el espacio público. En el espacio público en Bogotá, todos hacen lo que se les da la gana, nadie lo regula, nadie lo cuida.
Toda mi opinión está en el artículo de Justin Bieber y sus rayones.
Hay cuatro situaciones/acciones visibles que evidencian la problemática de la actividad en Bogotá y sobre los que hay que reflexionar:
- Muerte del grafitero a manos de un policía: Evidencia las carencias éticas de la policía, sobretodo en el manejo que le da al caso. Es una actividad que implica riesgos en una ciudad con los niveles de inseguridad de Bogotá. Prueba de la distancia que hay entre policía y ciudadanía y los altos niveles de desconfianza que gobiernan la ciudad.
- Convocatoria para intervenir muros de la 26, gran formato. Intento por canalizar de manera positiva la actividad. Algo muy positivo. ¿Y la continuidad de la iniciativa? Se visibiliza la actividad con la ciudadanía de una manera positiva, es fácil reconocer el mérito de estos artistas. Son verdaderos artistas y unos grandes comunicadores.
- Justin Bieber recibe tratamiento de estrella y es custodiado por policías para que raye muros en la 26. Pone en serias dudas el criterio de nuestra policía. “Los mismos que mataron a Diego Felipe Becerra, ayer acompañaron a Bieber para que rayara alguna de las paredes de la ciudad.” Prueba de una descoordinación total entre la policía y el gobierno distrital.
- El gobierno decide borrar ciertos grafitis de la avenida 26. Puede verse como un intento por entrar a regular el grafiti en la ciudad y el espacio público. De ser así, requiere de unos niveles de compromiso con la tarea, y por supuesto de consistencia en el tiempo, que está por verse. Además de regular y controlar el grafiti, habría que atacar cientos de otros problemas asociados al desgobierno y el abandono del espacio público de la ciudad. (ventas ambulantes, mal parqueados, Pepe Pegotero, pasa calles, etc.)
Arte urbano sí, pero bien canalizado y aprovechado pensando en la recuperación y revitalización del espacio público de la ciudad. Ahí hay una gran oportunidad. Para eso se necesitan acciones y posiciones coordinadas entre gobierno y policía que deben actuar como uno. La falta de consistencia de las acciones y por lo tanto de la comunicación, o si no hay comunicación, se percibirá como una arbitrariedad (cuando no lo es), sobretodo en esta ciudad en la que nos hemos acostumbrado a que todos hacen lo que se les da la gana, donde se les da la gana y cuando se les da la gana. En Bogotá todos reclaman derechos (libre expresión, libre movilidad, esto y lo otro) y nadie asume el cuento de los deberes. En esas, lo más ultrajado de la ciudad es su espacio público. La estética de una ciudad en su espacio público no es accesoria. El caos de la ciudad trae consecuencias sobre la percepción del ciudadano muy poderosas, aumentando sensaciones de inseguridad, etc. (Teoría de las Ventanas Rotas, ver el caso de Nueva York)
Soy un gran admirador de la actividad y me la paso documentando el arte de la ciudad, pero creo que este no puede existir a costa de todo y de todos. Tiene que haber control sobre el espacio público de la ciudad. Esto, además de ser una obligación, es de puro sentido común. Ahora, ¿No se supone que el grafiti es ilegal y que eso es una parte central del cuento?
Finalmente, ¿Guerra frontal contra el grafiti? ¿Sabrán las implicaciones en términos de esfuerzo, recursos y decisión? ¿Es esa la única estrategia que tienen en mente? Habrían podido haber empezado con elementos como los afiches de Pepe Pegotero (publicidad de privados perfectamente identificables) y los pasacalles.
Mientras escribo este artículo me encuentro en Cartagena. ¿Se imaginan la ciudad amurallada toda grafiteada?