El día sin carro es un día maravilloso, una iniciativa cuyo valor no puede cuantificarse en términos económicos, argumento desde el cual algunos de sus detractores sugieren su eliminación. Su argumento, caída en las ventas de comercio durante la jornada.
Por un único día al año, millones de Bogotanos escapan de la diaria rutina de caos, agravio, contaminación, irrespeto, tiempo perdido, histeria colectiva y desgaste que significa conducir en la capital. Para cambiarlo por uno de bienestar, de sentirnos mejores ciudadanos, de entrar en contacto con nuestra ciudad, sus calles y con nuestra comunidad, compartiendo el transporte público, caminando, o rodando en cicla en una tarde soleada, por un mejor aire para respirar, ejerció y salud, y lo que es más importante, por nada menos que la esperanza de una ciudad más cálida, humana y vivible, cuya prioridad sean las personas, no el automóvil.
Jornadas como la del jueves pasado son mucho más que 1 día, porque a través de ellas se construye en el imaginario colectivo de los bogotanos la posibilidad de algo significativamente mejor. Lo anterior no tiene precio.